jueves, 8 de septiembre de 2011

Matrimonio

Ayer volvió a preguntarme por nuestro MATRIMONIO Isabelita Raymon. Fue en el parque, a la hora en que estallan los árboles con los gritos de los tordos. Algunos patos todavía insistían en requebrar a los últimos paseantes. Otoño. "¿Qué me dices?". Y ante la prolongación del silencio yo veía enrojecer con fuerza  el reflejo del cielo en el brillo intenso de sus ojos.

Instante total. Más tarde, sin embargo, la noche que se desliza lenta como la última bayeta que el camarero hace girar bajo los vasos que Domingo y yo mantenemos en vuelo. Domingo. De Cuba para mercenario. Primeramente Colombia, los paramilitares. Allí los rojos, porque allí eran tan rojos como aquellos y como los de aquí, los de antes, tú ya sabes. La selva. Emboscadas e historias de balas y lianas. Domingo es negro, gigante, parido de noche y vivido de noche.  Cuando el amanecer se arrastra por las rendijas de las puertas, Domingo, claro, anuncia su partida. No podía ser de otra manera. Temo que se vaya Domingo, que llegue el día. Cuando se va Domingo me doy cuenta que su boca estaba llena de una gran diente de oro y que yo, durante toda la noche y sin prestarle atención, estuve mirando mi reflejo a través de su brillo abrasador.

2 comentarios:

  1. Este ya lo había leído yo, ¿no?
    Abrazos,
    PABLO GONZ

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  2. Sí, Pablo. Voy a ir recuperando algunos posts antiguos para intercalarlos con los nuevos.

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